Esta palabra es ya de poco uso en nuestro
dialecto, aunque todavía existen en la ciudad. Con la misma se señala al
espacio que queda entre la pared y la ventana en las viejas casas coloniales, llamado tambien quicio.
En el mismo, aunque no fue construido para eso, se sentaban las personas para
tomar fresco, hablar con algún transeúnte o en el caso de las mujeres para ver
solapadamente a algún pretendiente. En los países del sur de Suramérica se le
llama así a lo que nosotros llamamos brocal, construcción hecha en las carreteras
al margen de las calzadas o aceras. “Mi abuela me decía que se sentaba en la
banquina todas las tardes para hablarse con los ojos con mi abuelo”
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