sábado, 20 de julio de 2013
Tilín, tilín
De esta forma onomatopéyica y peculiar se le decía y aun se puede escuchar en nuestro dialecto al vendedor de barquillas que recorría las calles de la ciudad en bicicleta, ofreciendo sus productos. Deriva este nombre del sonido de la campanita que el mismo llevaba como forma de hacerse notar, cuyo sonido era diferente al que usaban los poleros. Aunque siguen existiendo, ante la estructura urbana y el bullicio las originales campanitas han sido cambiadas por otros elementos más ruidosos como megáfonos o equipos reproductores. “Tengo tiempo sin ver que pasa el tilín tilín” “Le compré una barquilla de zapote al tilín tilín que se para frente a la escuela”
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