Esta
expresión popular de nuestro dialecto es parte de esa exageración o
superlatividad con la que solemos tratar ciertas cosas. Con la misma definimos
el exceso de deseo de comer algún alimento que ansiamos, vemos o nos cuentan. Deriva de
la expresión más común y general de tener la boca hecha agua producto de lo anterior
pero también usada en otras formas. Es una alegoría que la salivación es
abundante y que por lo tanto sobrepasa lo natural convirtiéndose en una forma
no literal de lo expuesto. “Teno la bocha hecha un charco por comer unos
guapitos con queso”
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