Si bien esta palabra se usa
generalizadamente para señalar el acto de colocar el cuerpo bajo tierra y
echarle esta, un ritual milenario que persigue honrar al difunto, la misma se usó en la Maracaibo de finales del siglo 19 con una connotación particular
la cual era para indicar que alguien había conseguido en algún terreno o en su
vivienda objetos de valor enterrados en épocas anteriores. Nos escribe José
Domingo Medrano en su libro “Apuntaciones para la crítica sobre el lenguaje maracaibero”
que las familias que durante la guerra de Independencia dejaban a Maracaibo con
animos de volver, no pudiendo llevar consigo el dinero y objetos preciosos que poseían,
los enterraban; estos tesoros quedaban abandonados por causa de contrarios
acontecimientos, o sin dueños en caso de muerte, hasta que algún afortunado
daba con ellos. Eran generalmente nombrados en plural y con el tiempo a cualquier
objeto conseguido bajo tierra se le llamó así, aun sin pertenecer a la época antes
nombrada y fueron muy famosos los de Morocotas. Muchas historias de estos
descubrimientos terminaron siendo inventados y dando paso a leyendas populares.
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