viernes, 21 de agosto de 2015

La Chinita

Algo que caracteriza a nuestra gente  es la relación personal que tienen con su entorno espiritual, el cual lleva al mismo a  ser parte del diario vivir y a tomarlo como un ingrediente más que genera sentido de pertenencia individual el cual se refleja en el dialecto al darles a esos personajes etéreos apodos cotidianos. De forma tal que la patrona del estado en lugar de llamarse Virgen de Chiquinquirá se le conoce por el nombre acá estudiado, y esto es porque la misma posee rasgos indígenas y se le llaman a estas personas chinas por la forma rasgada de los ojos. Es muy raro que un habitante de esta tierra, sin importar su estrato socio económico no llame de esta manera a su patrona espiritual cuya historia data desde el siglo 18 cuando la anciana lavandera y residente del Saladillo María Cárdenas encontró una tablita en el lago mientras realizaba sus labores allí y la llevó a  su casa  colocándola de tapa para la tinaja de agua y luego al ver los rasgos de una imagen la guindó en la pared y el 18 de noviembre de 1709 esta se iluminó y la imagen de la Virgen antes borrosa se marcó claramente en la madera, por lo que sorprendida y emocionada salió gritando a la calle “milagro” “milagro”. Fue el comienzo de una devoción que traspasó los límites de la humilde casita y ante la imposibilidad sobrenatural de llevarla a la catedral, lugar visitado solo por la clase adinerada de la época, y ante la opinión general que esta no deseaba estar con los mantuanos sino con el pueblo desposeído  se le se le llevó a la ermita de San Juan de Dios, santo venerado por los humildes para que los sane y le devuelva la salud en el sitio donde hoy está la Basílica.  “Me voy para la procesión de la chinita”   

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