Esta palabra señala a la persona que llora, que lo hace
mucho y fácilmente por lo que es un superlativo. En nuestro dialecto lo usamos
de otras dos formas, una aceptada, que es la persona que sin emitir lagrimas o haciéndolo
vive quejándose continuamente de todo lo que le pasa, tanto a ella como a los demás,
y otra derivada de la misma que le endosamos a quienes usan su situación difícil,
magnificándola, para obtener beneficios de otros y aprovecharse de la buena voluntad
del prójimo, a veces esta situación es inventada con el propósito de evadir responsabilidades,
pagos, contribuciones o descuentos. “El llorón de tu hermano es un malayo, lo vi
rematando caballos ayer” “No seáis llorón que ese precio es bueno”
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