Esta palabra ya es raro escucharla en nuestro
dialecto, sobre todo ahora cuando los cambios económicos y el crecimiento
urbano extinguieron la costumbre por la cual nació el término y nada tiene que ver con venados. Se le endilga
el mismo a quienes hacían los mandaos o recaos a algún lugar y haciéndose los locos no daban el vuelto que les sobraba,
o sea se agarraban la vená, generalmente sin consentimiento de quien los había
enviado. Este dinero lo gastaban en algo en la misma tienda o lo reunían para
otras cosas. Aunque era una práctica de cierta manera desleal, dado que la
cantidad era muy poca, esto era tomada como un pago y no disgustaba a las
personas. “No mandéis a Federico que ese es venaero”
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