Esta expresión o más bien instrumento ya desapareció,
hasta finales de los 60 todavía en algunas bodegas de personas mayores se usaba.
Consistía en una libreta o cartón donde se escribía lo que el cliente fiaba,
quedaba uno en la bodega y otro se llevaba el cliente, de tal forma que
cuando este iba a cancelar ambos estaban claros cuanto era la suma de lo
adeudado. El nombre en nuestro dialecto es herencia de los españoles quienes lo
trajeron pero a diferencia de lo usado en nuestros lares, para ellos la tarja
no era un cartón o libreta sino un trozo de palo de unos treinta centímetros de largo previamente labrado y alisado en
forma de listón con cuatro caras iguales que se marcaba con muescas que representaba
la cuenta. “Esas tarjas del fiao del bodeguero están mollejúas”
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