Esta palabra nada tiene que ver con el animal ni con sus características, en nuestro dialecto se usa la misma para indicar el consentimiento que se le hace a una persona por parte de la otra, mayoritariamente a un niño, que provocan en algunos casos, cuando es en exceso, una conducta irregular o genera en ellos dependencias emocionales o actitudes contrarias a la buena crianza. Sin embargo el término generalizadamente se usa para expresar la acción que se da sin importar la cantidad o lo recurrente de las mismas. Deriva del hecho que llamamos cochinos, sin forma peyorativa, a las personas y niños consentidos. “Allá dejé a Lorenzo cochiniando a los nietos”
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