Esta palabra ya casi no se escucha en nuestro
dialecto, es de mediana data y autóctona.
Con ella se señala a las personas que son muy lidiosas o las que tienen un carácter
díscolo, exigente o inconforme. Fue tomada de los inmigrantes de habla
portuguesa que la usaban como sinónimo de pelea o lucha, por lo que se le
endosó a esas personas cuya relación de empatía representa una puga constante
donde se debe tener paciencia para manejarlas o mantener la amistad. No existe
ninguna prerrogativa de edad para poseer esta característica ni está asociada a
la chochera o comportamientos propios de los ancianos o los niños. “Ese hermano
tuyo es muy combatero, a veces me dan
ganas de darle un trancazo”
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