Esta expresión aún puede escucharse en nuestro
dialecto, aunque no con tanta regularidad como hace tres décadas. La connotación
de la misma está asociada con velocidad y peso. En el primero se le endilga la
misma a las personas cuyos actos son calmudos
y lentos y en el segundo a quienes les gusta conducir vehículos a gran
velocidad. Esto es una alegoría al hecho que le pesa el pie con el que pisa el
acelerador. Nada tiene que ver con otra muy popular en el país que es “Ir con
pies de plomo” ya que en ese caso existe predisposición y la misma no está
presente en la primera connotación. “Ese novio tuyo tiene pata de plomo, le
pide permiso a un pie para mover el otro” “No te voy a prestar el carro porque
vos tenéis pata de plomo y me lo podéis escoñetar”
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