Esta
palabra ya no se escucha en el significado que se le daba en la Maracaibo de
antaño, que nada tiene que ver con temple y que registró el Lcdo José Portillo
en su obra “Hablemos maracucho, primo”. Con la misma se señalaba al rabo de
cochino que se guardaba y usaba para darle sabor a la sopa en hogares que
sufrían de severa escasez económica. Este se ponía a hervir junto a las
verduras y luego se sacaba y guardaba para otra ocasión, incluso se prestaba a
vecinos. Cuando ya por el uso perdía el sabor se desechaba y normalmente se les
daba a los perros. El rabo se conseguía regalado cuando alguien mataba algún animal
de este. Algo similar se acostumbraba en el sector Arismendi en los años 80
pero con el hueso del pernil obtenido en ventas de arepas. “Metéle el templero
a esa sopa a ver si agarra gusto” “Decile a Eufrasia que me preste el templero”
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