Esta
palabra que señala al fruto del cocotero, muy común e identificativo en nuestra
región, tiene en nuestro dilecto otros
usos que nada tienen que ver con este, ni poseen relación con su forma o
tamaño. Se le endilga a cierto género de insectos, a personas de fea figura, a
la cabeza, a un ogro que se come o lleva a los niños, a la acción de pensar, a la gente bruta, a la
vulva de la mujer y a los identificativos que llevan los carros que prestan
servicio público, ya sean por puesto o taxis. Es como si el arraigo de esa
fruta tuviera un vínculo con nuestro hablar que es imposible de arrancar. “Bajáme
dos cocos para hacer mojito” “Si no te duermes te lleva el coco” “Voy a echarle
coco a esa multiplicación” “Están regalando cocos con propaganda política a los
taxistas” “Inés se la pasa enseñando el coco con esas falditas tan cortas” “Sois
un coco, no te entra nada de lo que te enseñan”
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