Este
lugar es un icono de la ciudad, sobre todo para artistas y bohemios que por más
de seis décadas se han dado cita en sus
espacios para conversar, intercambiar, compartir con amigos y extraños y hasta inspirarse.
Fue abierto en 1952 en la avenida Bella Vista, muy cerca de la Iglesia La
Consolación entre las calles 78 y 79, por Pedro Crameri un inmigrante suizo que
posteriormente en 1983 se la alquiló y posteriormente vendió a su empleada, también
inmigrante, pero italiana Mirella Righi de Carli quien junto a su esposo
llenaron el ambiente de olores y sabores
producidos por sus panecillos, crossait, cachitos de hojaldre, panes campesinos
y otras exquisiteces, todas hechas artesanalmente en el lugar que combinados
con el aroma del café, producida por la
primera máquina de vapor o express que hubo en la ciudad, sumada a su decoración al estilo gótico, dieron al lugar
un ambiente especial donde además de los cultores del arte también se han dado cita
familias, enamorados y ejecutivos. Con los años y los descendientes, el negocio
se diversificó y abrió otras dos sucursales, una en la calle 71 y otra en 5 de
julio, esta última actualmente cerrada. El nombre y el logo proceden de su
fundador y señala a un cervatillo común en las montañas suizas. El lugar se
mantiene ofreciendo sus ricos productos, su ambiente tradicional y su excelente
atención supervisada por su dueña, manteniéndose como una opción especial para
tomarse algo frio o caliente, comer los mejores cachitos de la ciudad, según muchos
de sus comensales y disfrutar de alguna compañía o de la soledad.
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